Parece el título de una receta fácil cuando nos dicen «si confías en Dios, ¡debes depender completamente en Él en todo lo que haces!». Nos quedamos quietos, preguntando, ¿y cómo?
El apóstol Pablo, en 2 Corintios 4:1-12, parece persuadirnos con sumo entusiasmo que la clave para depender en Dios está en servir con humildad: animados, exaltando a Cristo, de manera sacrificada.
Dependemos de Dios, humildemente, al servir con ánimo y no con vergüenza.
1Dios es bueno y nos permite servirle. Por eso no nos desanimamos. 2No sentimos vergüenza de nada, ni hacemos nada a escondidas. No tratamos de engañar a la gente ni cambiamos el mensaje de Dios. Al contrario, Dios es testigo de que decimos sólo la verdad. Por eso, todos pueden confiar en nosotros. 3Los únicos que no pueden entender la buena noticia que anunciamos son los que no se salvarán.
Dependemos de Dios, humildemente, al servir exaltando a Cristo y no a nosotros mismos.
4La buena noticia nos habla de la grandeza de Cristo, y Cristo a su vez nos muestra la grandeza de Dios. Ese mensaje brilla como la luz; pero los que no creen no pueden verla, porque Satanás no los deja. 5Y nosotros no nos anunciamos a nosotros mismos. Al contrario, anunciamos que Jesucristo es nuestro Señor, y que nosotros somos servidores de ustedes porque somos seguidores de Jesucristo. 6Cuando Dios creó el mundo, dijo: «Que brille la luz donde ahora hay oscuridad». Y cuando nos permitió entender la buena noticia, también iluminó nuestro entendimiento, para que por medio de Cristo conociéramos su grandeza.
Dependemos de Dios, humildemente, al servir con sacrificio más que por interés personal.
7Cuando Dios nos dio la buena noticia, puso, por así decirlo, un tesoro en una frágil vasija de barro. Así, cuando anunciamos la buena noticia, la gente sabe que el poder de ese mensaje viene de Dios y no de nosotros, que somos tan frágiles como el barro. 8Por eso, aunque pasamos por muchas dificultades, no nos desanimamos. Tenemos preocupaciones, pero no perdemos la calma. 9La gente nos persigue, pero Dios no nos abandona. Nos hacen caer, pero no nos destruyen. 10-11A dondequiera que vamos, todos pueden ver que sufrimos lo mismo que Cristo, y que por obedecerlo estamos siempre en peligro de muerte. Pero también pueden ver, por medio de nosotros, que Jesús tiene poder para dar vida a los muertos. 12Y así, mientras que nosotros vamos muriendo, ustedes van cobrando nueva vida.