…teniendo a Dios como nuestra prioridad…
Fuimos creados para adorar a Dios. Nuestra relación eterna con Él es el resultado de una decisión de fe llevada a cabo de manera personal el día que recibimos a Jesucristo. Debemos cultivar esa relación personal con Dios a diario y conforme a Sus términos. Siendo transformados, creceremos para vivir conforme al propósito para el cual fuimos creados.
En la intimidad con Dios el Padre aprendemos a conocer más y más de Su verdad. Cada vez que experimentamos un conocimiento fresco de Su persona, de Sus atributos, de Sus obras, de Su palabra, avanzamos persuadidos a adorarle más y más. Entonces se transforma nuestra mente. En la intimidad con Dios el Hijo somos estimulados a crecer en santidad. Su carácter es nuestro modelo a imitar diariamente. Entonces se transforma nuestro corazón. En nuestra intimidad con Dios el Espíritu Santo vamos siendo capacitados para un ministerio sobrenatural. Su influencia sobre nosotros nos involucra activamente en el servicio dentro y fuera de la iglesia. Entonces se transforman nuestras manos. ¡Cuánto crecemos al cultivar diariamente nuestra relación personal con el Dios Trino!
Aún tengo mucho que aprender en cuanto a que Dios debe ser el #1 en mi mente, en mi corazón, y en mis manos. Una relación creciente con Él es la base prioritaria para mi vida y mi servicio a Él. La reflexión, los sentimientos y las acciones que nos ocupan reciben su influencia cada vez que buscamos a Dios en Su palabra, en la oración, y en la comunión con otros creyentes. Yo reconozco que disfrutando de una relación personal con Dios, que crece cada día, tendré mucho para testificar a aquellos que necesitan creer y crecer en su fe.
En medio de todo esto, conviene auto-disciplinarnos a dar gloria a Dios por todo lo que somos y hacemos. ¡Motivémonos unos a otros a darle gloria a Dios! Piensa hoy qué hábitos espirituales espera Dios que implementes en tu vida para mantenerte conectado a Él. ¿Qué dirías tú contribuye a darle la prioridad a Dios en todo lo que somos y hacemos? Su misericordia en nuestras vidas, y su respaldo en nuestros ministerios, es motivación para que continuemos promoviendo una cultura de lealtad a nuestro Salvador. En ello creceremos día con día en la razón de nuestra existencia.