Las doctrinas que aparecen en las Escrituras son la mente de Dios revelada a nosotros a través de principios, mandamientos, promesas, cartas, narrativas, cantos, profecías. Son los principios que hemos creído y aceptado para vivir nuestras vidas conforme a ellos.
A los cristianos nos corresponde la responsabilidad de elevar la Palabra de nuestro Dios al lugar que debe ocupar siempre. Ella es nuestra autoridad final en todo asunto de doctrina, de conducta y de ministerio. Reconocemos, por lo tanto, que la supremacía de la Palabra de Dios es nuestro respaldo para que, en estos tiempos difíciles, a veces duros y muy dolorosos de entender, tengamos por privilegio el vivir en esta necesitada generación. De una manera un otra, Dios siempre nos ha estado recordando nuestro deber de ser bíblicos en la predicación y la enseñanza. Y no nos retractaremos.
Vivimos entre una generación muy compleja, en plena era de un engaño creciente. Muchas congregaciones latinoamericanas carecen de identidad bíblica, y quizás por eso están cediendo a influencias extrañas que las tornan en meras organizaciones humanas. Esto es el resultado de haber dejado los fundamentos sobre los cuales nuestro Señor estableció la iglesia. Esta generación está muriendo de hambre… de hambre de La Palabra. ¡Prediquemos expositivamente La Biblai! Los líderes tenemos la oportunidad de ser el instrumento de Dios para enderezar el error. Lo seremos cada vez mejor si nos comprometemos a exponer, de una manera fresca y pertinente, la inalterable verdad bíblica.
Me gustaría saber si la iglesia esta trabajando normal en los servicios del domingo