Sólo hay un mensaje de salvación: El Evangelio. Este es la doctrina por excelencia en cuanto a saber si alguien está en la verdad. El mensaje de salvación que anunciamos está basado en lo que la Biblia enseña, no en posturas personales, ni otras declaraciones ajenas a Las Escrituras. Es un mensaje puro, no mezclado con falsas doctrinas que minimizan y hasta invalidan la suficiencia del sacrificio de Cristo. Es un evangelio lleno de gracia, que no presenta a un Dios airado y cruel con el pecador, sino a Uno interesado en restaurarlo. El Evangelio muestra la condenación que merece el pecador, pero su énfasis está en mostrar en abundancia la misericordia de Dios, y la suficiencia de Su perdón para cubrir absolutamente todos los pecados, por “feos o grandes” que sean.
Dios concede la gracia a las iglesias locales de dotarlas con líderes y maestros para que instruyan a los fieles en la sana teología bíblica, pero también para que impriman en los corazones de todos los creyentes un celo santo por la predicación del Evangelio: que aunque todos somos pecadores, hay un camino de Salvación, el reconocer que Jesús es Dios hecho hombre, que vino, murió y resucitó pagando por nuestros pecados; concediéndonos por Su misericordia el perdón total. Así, mediante la fe, respondemos con gratitud a Su amor y recibimos la vida eterna, que no se pierde, pues no depende de nuestra fidelidad sino de la Suya. Con la convicción que resulta de tal claridad del Evangelio, el nuevo creyente es animado a involucrarse en una congregación donde se predique desde las Sagradas Escrituras, para adorar a Dios y amar al prójimo.
En un mundo infestado por falsas doctrinas que están continuamente predicándose en todos los medios, urge nuestra fiel y dedicada predicación del Evangelio. Desde el púlpito, en las plazas, en las relaciones interpersonales, en los tratados que imprimimos, en la música que cantamos, en las páginas de Internet que publicamos, y prudentemente usando todo medio de comunicación… ¡Anunciemos el Evangelio con claridad!