La semana recién pasada, cuando tuve la oportunidad de compartir con muchos amigos foráneos a quienes usualmente sólo veo para esta temporada, el saludo que más frecuente me dirigieron fue: “Hey, qué GORDO estás!” (Mientras los que me ven todos los días dicen extrañados «¿gordo? Pero si alguien de 1.70 mts de estatura con 130 lbs. es un flaco! Es cierto, siempre he sido flaco, tan flaco que en la Reina Valera Antigua (1909) mi versículo favorito es aquel que dice «recibid al flaco en la fe» -Ro. 14.1. 🙂 En 25 años había aumentado solamente cinco libras, pero el año pasado perdí ocho, así que estos amigos tenían algo de razón al saludarme, pues la última vez me habían visto muy delgado. Bueno, desde entonces había comenzado una dieta de recuperación por un problema gástrico que me llevó a estar hospitalizado dos veces. Me pusieron a comer como nunca había comido en mi vida. Cuando los médicos dijeron que mi meta era llegar a pesar 132 libras yo, y solo yo, me pregunté: ¿Es posible que en pocas semanas pueda llegar a pesar lo que no he llegado a pesar en muchos años? Todos los demás lo creían, menos yo. Historia larga, acortada: En 10 semanas, de 113 llegué a pesar 134 libras. Para un flaco como yo, 21 libras más significó realmente llegar a estar “gordo”.
“¿Es posible amar a Dios más de lo que ya lo amo?” Me pregunto quien hace tal cuestionamiento. El orgulloso, que se las tira de cabal. El cabal, que no quiere dar espacio para defraudar a su Dios. Quizás lo hace quien no ve la necesidad de amar genuinamente a Dios, o quien ignora que Dios mismo nos capacitó para amarlo más y más a Él. Pero también la hace quien cada día anhela “un corazón conforme al de Dios”. Al final, quien la hace puede ser reconocido “por el tono” con que busca la respuesta. No diré aquí con que tono me la hice yo, pero una cosa si sé: Que Dios celosamente anhela que hoy lo ame cada día más y más, eso es cada día con todo: ¡Dieta completa!
¿Me interesa amar más y más a Dios? Sí, y con una dieta completa puedo lograrlo. Lo primero que tuve que hacer para subir de peso, cuando mi esposa me servía aquella olla de comida, fue “desarrollar un estómago hambriento”. La familia entera se unió a decirme: prohibido decir no tengo hambre. En la conferencia “Intensidad Interna” el expositor nos dijo que para amar a Dios con todo, debo desarrollar un corazón hambriento. Prohibido decir que no tengo hambre de la Palabra, de la oración, de la comunión con otros creyentes. Já! Y qué tremendo estuvo eso de que un corazón sincero se desarrolla hasta cuando, después de haber reconocido una caída y haberse levantado de ella, SIGUE ADELANTE! La respuesta al cuestionamiento de mi amor a Dios fue completada con el reto a no darme por satisfecho… (ojo, los médicos ya no me dejan que suba una libra más) Mi corazón debe estar dispuesto a amar a Dios cada día más y más… con todo… sin término medio… no debe estar satisfecho sino hasta que TODO mi corazón se eleve hasta llegar al Cielo.
Dieta de engorde:
- Más dieta de la Palabra: No es cuanto paso en la Palabra, sino cuánto de la Palabra pasa en mí.
- Más dieta de la Oración: Participa fielmente en grupos y reuniones de oración.
- Más dieta de la Comunión: Cena del Señor semanal en casa. Disponibilidad de servicio a los discípulos. Confraternidad enfocada a hacer nuevos amigos.
- Más dieta de Sinceridad: Hagámoslo, sigamos adelante… ¡Ánimo!
- Más dieta de Insatisfacción: Me quiero engordar… (me digan o no que estoy gordo…) Quiero un corazón gordo.
Y tú… ¿cuánto pesabas el año pasado? ¿Cuánto pesas este? ¿Cuánto MAS quieres pesar el próximo?