Anoche estuve reunido con un grupo de amigos y de amigas contestando esta pregunta: «¿Quién es verdaderamente un discípulo de Jesucristo?»
Hace muchos años leí un librito titulado “El Verdadero Discipulado”, de Guillermo MacDonald (© 1979 Centros de Literatura Cristiana). Es un libro escrito en el contexto de la guerra fría y que comparaba como algunas de las características tanto de los idealistas como de los revolucionarios de la época, deberían ser distintivas de los cristianos. Fue tal el impacto en mi manera de pensar de ese libro que cada vez que leo esos viejos apuntes me veo motivado a renovar mi compromiso siguiendo al Único que merece ser seguido como Maestro y Señor.
Hoy trataré, por la gracia del Señor y con su ayuda, de publicar dos series con comentarios actualizados de mis viejos apuntes. Comenzaré hoy mismo con los temas “Discipulado 101” y quisiera después hablar sobre “Recompensas 201”. Los primeros temas tratan de “las condiciones claras e inequívocas” del discipulado según las palabras mismas de Jesús. Los siguientes se referirán a las promesas divinas de recompensar a Sus verdaderos discípulos y discípulas. Qué seamos todos retados a seguir y servir a Cristo, con la Influencia de La Palabra. ¡Ánimo!
Cuanto más imitamos a Jesucristo más nos pareceremos a Él. Si nuestro deseo es crecer como discípulos Suyos, es imperativo seguir Sus pasos. Siguiendo Sus pasos nos encaminaremos hacia la obra que Él nos ha encomendado en la vida de otras personas. Para hacer Su obra, Jesús no está buscando personas que le dediquen sus tardes libres, sus fines de semana o sus años de jubilados. Él busca personas dispuestas a darle el primer lugar en su vida. El discipulado consiste en una entrega absoluta al Señor Jesucristo. Se avizora un panorama de bendición y realización para todo aquel que acepte seguirlo. Hay condiciones, pero también hay recompensas.
Un discípulo es un seguidor de la vida y enseñanzas de Jesucristo. En La Palabra aprendemos al menos siete condiciones que Jesucristo estableció para que seamos considerados discípulos fieles y productivos. Enseña también a cada uno que decide servir a Jesucristo que la promesa más grande que tiene es que “mi Padre le honrará”. Para nosotros, el discipulado también es compartir la vida. Es la esencia para cumplir el “enseñándoles que guardan todas las cosas que os he mandado”. Cuando individualmente decidimos involucrarnos en la gran comisión, la multiplicación de discípulos se convierte en la experiencia más significativa del quehacer diario de los miembros de la iglesia.
Tenemos el mandato de ser y hacer discípulos Suyos. Ser intencionales en discipular a otros es la validación de la fórmula multiplicadora. Pronto seremos el doble, luego el doble otra vez; y así avanzaremos multiplicación por multiplicación hacia la meta donde nos espera la corona. Por el contrario, si descuidáramos nuestro proceso de discipulado, el sistema y su estrategia se derrumbarían, decrecerían nuestras congregaciones, y nuestra experiencia cristiana encontraría una vana sustitución.
- ¿Cómo puedo ser un verdadero seguidor de Jesucristo?
- ¿Qué hace falta para ser intencional en hacer discípulos?
- ¿Qué entorno debe proveer una iglesia local para tal fin?