4ª Condición: Desprenderse de las cosas materiales.
“… cualquiera de vosotros que no renuncie a todas sus posesiones,
no puede ser mi discípulo.”
Lucas 14:33
Esta, la cuarta, es tal vez la menos apreciada de las condiciones de Cristo para el discipulado, y se podría decir que tal vez es uno de los textos menos apreciados de la Biblia. Se pueden dar mil razones para probar que el versículo no quiere decir lo que parece decir, pero los discípulos honestos lo reciben con ardor, aceptando que el Señor Jesús sabía lo que quería decir. ¿Qué quiso decir con renunciar a todo? Significa el abandono de todas las posesiones materiales que no pueden ser usadas para el beneficio del Evangelio, o que pueden ser obstáculos para el Evangelio. Es mejor deshacerse de ellas e invertir en cosas de mejor o mayor beneficio.
El que renuncia a todo no se convierte en un despreocupado haragán. Trabaja arduamente para proveer a las necesidades comunes de su familia y de sí mismo. Pero, como vive para esparcir el Evangelio, invierte en la obra del Señor lo que sobrepase sus necesidades. Deja el futuro en las manos de Dios, por eso está dispuesto a sacrificar sus propias necesidades personales si hay una demanda apremiante. El no puede poner su confianza en dinero ahorrado sin propósito cuando hay almas que están pereciendo por falta del Evangelio. El que renuncia a todo también lo hace porque reconoce que compartir con los necesitados también es una virtud. De esa manera prefiere obedecer el precepto del Señor en favor de acumular riquezas en el cielo, en lugar de malgastar su vida acumulando riquezas terrenales infructíferas, más aun cuando sabe que Cristo regresará pronto.
Wesley dijo: “Hacerse tesoros en la tierra está tan claramente prohibido por nuestro Señor como el adulterio y el asesinato.” Cada uno de nosotros es responsable ante Dios por lo que significa dejarlo todo. Un creyente no puede dictar normas para el otro; cada persona debe actuar como resultado de su propio ejercicio delante de Dios. Es un asunto estrictamente personal. Si como resultado de tal ejercicio, el Señor guía al creyente a un grado de devoción hasta el momento no experimentado, no debe ser ello motivo de orgullo personal. Los sacrificios que hagamos no son en ninguna manera sacrificios cuando los exponemos a la luz del Calvario. Además de esto, damos al Señor solamente aquello que ya no podemos amar. “No es necio quien da aquello que ya no puede retener para obtener algo que no puede perder.” (Jim Elliot, el misionero que junto a otros cuatro murió martirizado por los Aucas, pero quienes tiempo después se convirtieron al cristianismo por el testimonio de la misma familia Elliot.)
Para ti, amigo o amiga, ¿qué ha implicado renunciar a todo?