2ª Condición: Tener amor supremo por Jesucristo.
“Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre y madre, a su mujer e hijos, a sus hermanos y hermanas, y aun hasta su propia vida, no puede ser mi discípulo.”
Lucas 14:26
Esta condición del discipulado trata de que para ser considerado un verdadero discípulo de Jesús corresponde tener un amor supremo, mayoritario, por sobre todo y sobre todos, por Jesús mismo. Esto no quiere decir que debamos tener indisposición o mala voluntad en nuestro corazón hacia nuestros familiares, sino que nuestro amor por Jesucristo debe ser tan denotado, que en comparación de todos los demás afectos parezcan odio. Una condición clara e inequívoca del verdadero discipulado es que Jesucristo sea el #1 para el discípulo.
Los términos que definen emociones o afectos son comparativos, como podemos notarlo en Mt. 10:37-39…
El que ama a padre o madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a hijo o hija más que a mí, no es digno de mí; y el que no toma su cruz y sigue en pos de mí, no es digno de mí. El que halla su vida, la perderá; y el que pierde su vida por causa de mí, la hallará.
La verdad es que en el Señor, los afectos naturales se santifican y se elevan al nivel del amor divino, así que vemos lo noble de esta condición para ser verdaderos discípulos de Jesús: Cuanto más amemos a Jesús, ¡más amaremos a nuestros familiares!
En realidad la parte más difícil de este pasaje es la expresión “y aún su propia vida”. El amor propio es uno de los obstáculos más persistentes para el discipulado. Mientras no estemos dispuestos a ofrecer voluntariamente nuestra vida a disposición de Cristo, no estaremos en el lugar donde Él desea que estemos.
La razón por la cuál esta condición es tan alta es que, si Jesús no es nuestro amor supremo, en algún punto de la gran comisión vamos a fallar. Recordemos que el gran mandamiento (Mr. 12:30) es la base para cualquier otra obediencia y cualquier otra valoración acertada de las cosas terrenales. Si lo obedecemos, conoceremos y haremos la voluntad de Dios.
Ser miembro de una congregación cristiana significa estar comprometido. Eso es lo que yo he aprendido en la mía. No hay lugar para sentirse ofendido, ni siquiera rechazado, por causa de lo demandante de esta condición para el discipulado. Para ser cumplidos, debemos reconocer con humildad que siempre estaremos en necesidad de aprender y crecer en nuestro compromiso de tener amor supremo por nuestro Señor. Se entiende que cada uno estará al menos dispuesto a crecer en discipulado, teniendo como base los siguientes compromisos:
- Compromiso con la Palabra de Jesucristo.
- Compromiso con la Persona de Jesucristo.
- Compromiso con la Iglesia de Jesucristo.
- Compromiso con la Causa de Jesucristo.
Te invito a que compartas con nuetros lectores cómo crees tú que podemos en la práctica, y de una manera fresca y renovada, manifestar nuestro compromiso con Jesucristo en esas áreas?