Lo que necesito es adrenalina… la suficiente para actuar con diligencia, con esmero, con calidad y tantas otras cosas más que necesito para servir a Dios con TODAS mis fuerzas. ¿Pero cómo estimulo la adrenalina de mi cuerpo? ¿Qué me provocará un sentido de urgencia, de importancia, de apuro, de emergencia… de tal manera que tenga fuerzas para levantar lo que de otra manera me sería imposible levantar por mí mismo?
El pastor Francisco Morales, citando especialmente las cartas del apóstol Pablo a los Corintios, en su conferencia “Energía Extrema, amando a Dios con todas las fuerzas”, resumió su mensaje con cuatro “shocks” que deberían estimular nuestra adrenalina… “Define tu destino”, fue lo primero que nos aconsejó (y que lo hiciéramos buscando descubrir la voluntad de Dios al respecto). Habiéndolo hecho nos quedan tres acciones que de continuo debemos estar creativamente aplicando: Dedicar más tiempo a servir a Dios (si verdaderamente estamos amando a alguien, vamos a encontrar la manera de dedicarle no tan sólo un tiempo de calidad, sino en cantidad). Regalarle más de tus tesoros (esto, en efecto, es ser agradecidos, pues todo lo que tenemos, de Él lo hemos recibido; algunos dicen “da, para que Dios te de”, pero a mi me parece que lo que la Biblia enseña es que “Dios ya nos dio para que demos, y cuando damos nos da aún más para que sigamos dando”). Darle todos los talentos (y de nuevo, la gratitud es un activador de la adrenalina… cuando yo empiezo a ver mis talentos como gracia divina, y con esa conciencia los uso para la gloria de Dios, entonces la fuerza abunda!).
Yo me he quedado «dandole vueltas» a estas reflexiones: Por la noche, ¿lo di todo?; Por la mañana, ¿qué más tengo que dar hoy?. Me parece que cuando Pablo le escribía a Timoteo sobre esforzarse en la gracia que tenemos en Cristo, lo hacia sabiendo que Dios nos pide más y más cada día. Ni tú ni yo podemos lograrlo… a menos que la adrenalina se active 🙂
“Todo lo que Dios me pide que levante necesita un doble esfuerzo.” Si queremos levantar la obra de Dios, entonces… ¡Qué la adrenalina espiritual se active en nosotros! Se trata del Espíritu, claro está.