No creo en el divorcio. Reconozco que se da aún en los círculos cristianos más conservadores, pero no creo en él.
Reconozco también que hay situaciones específicas en las que nos toca tolerar una separación, y que por lo tanto deberíamos tener una legislación adecuada, pero sigo creyendo que nunca el divorcio fue parte del plan de Dios para el matrimonio.
En toda la Biblia, solamente he encontrado dos pasajes que tienen fuerza como para hacernos «sospechar» que el divorcio es una institución {por supuesto que NO lo es}. Mateo 5:32 (Cf. 19:9) y 1 Corintios 7:15. Una interpretación literal-gramatical-histórica y varios acercamientos teológicos nos mostrarán que en el caso de Mateo no se habla de toda o cualquier relación sexual ilícita, sino de una muy específica que tenía que ver con los judíos, no con los gentiles. Y en el caso de Corinto, que Pablo estaba hablando de un asunto muy particular, lejos de establecer una legislación universal.
La Biblia está llena de principios que nos guían a la reconciliación, restaurando las heridas, reparando el daño, creciendo en amor. El perdón, «como Cristo nos perdonó», es uno de esos principios fundamentales.